Carmen acompañó a Nacho hasta el salón, donde se encontraban los estáticos peces.
- ¿Habían hecho esto alguna vez? - Dijo Carmen.
- A veces se quedaban quietos, pero ahora están...
- ¿Muertos?
Todas las puertas se cerraron de nuevo. Ella pegó un grito que rivalizó con el escalofrío de Nacho. Atravesó de nuevo el pasillo hasta la cocina y cogió las llaves de casa. ¡Vámonos Carmen! -gritó- ¡Vámonos de aquí!
Corrieron sin freno hasta llegar a la puerta de casa, y la cerraron tras de sí. Entre jadeos, Nacho intentó aclarar qué es lo que estaba ocurriendo.
- Esto es...
- Muy raro -interrumpió Carmen.
- Tengo miedo.
- Yo... yo también.
En ese momento pareció oírse el llanto de un niño que provenía del interior de la casa. Se miraron, y con una bocanada de valor Nacho se apresuró a abrir la puerta.
- Esta llave no abre.
- ¡Prueba con la otra, Nacho!
- ¡Tampoco funciona!
- A ver, déjame probar.
Pero Carmen tampoco pudo abrir la puerta. Se sentaron en el rellano y se abrazaron. De nuevo se oyó un ruido que les encogió el corazón.
- ¿Qué es eso Nacho?
- Creo que es el ascensor. ¡Qué bien, ya llega mi madre de trabajar!
Permanecieron inmóviles frente al ascensor esperando a que el viejo mecanismo escalase los seis pisos. Segundos después, pudieron ver la luz ascendiendo entre los cristales. El ascensor se detuvo y abrió sus compuertas.
Pero no salió nadie.
Carmen y Nacho palidecieron. Se preguntaron si era posible accionar el mecanismo desde fuera sin pillarse los dedos con las compuertas. O si tan siquiera era posible pulsar un botón sin que la puerta exterior estuviera cerrada.
Fue un error hacerse tantas preguntas, porque ambos conocían ya la respuesta.
Te has convertido en un maestro del suspense, xD
Me alegro de que te guste. Pronto la tercera parte :)